“Vivía en esos moteles llenos de consumidores de crack. salí con eso gente, caminé por las calles con ellos y tuve algunas emociones locas con ellos”. La historia de Hunter Biden, el hijo de 53 años de Joe Biden, incluido su descenso a los infiernos, es el flanco débil por el que los republicanos intentan atacar al presidente de Estados Unidos. No es algo nuevo. La campaña en su contra comenzó con Donald Trump como presidente: su presión sobre Volodymyr Zelensky para que lo investigara desembocó en el primer juicio político al que fue sometido. Ahora que los republicanos han tomado el control de la Cámara de Representantes, quieren cambiar la situación. Han iniciado una investigación formal como paso previo a una posible el proceso de destitución a Biden, pese a que no han encontrado ninguna prueba contundente contra el presidente y que los hechos investigados ocurren antes de que ocupara su actual cargo.
Hunter Biden, imputado esta semana por la supuesta compra y posesión de un revólver cuando era adicto a las drogas, es también la debilidad emocional de un presidente que ha perdido a dos de sus cuatro hijos y que luchaba por recuperar a Hunter de su espiral autodestructiva. . . Siempre lo ha apoyado, especialmente en sus momentos más bajos, aunque pueda erosionar su popularidad.
El accidente que destruyó y unió a la familia
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