Rara vez el presidente francés, Emmanuel Macron, se ve obligado a escuchar un desmentido tan categórico y poco diplomático. Ocurrió entre finales de febrero y principios de marzo. “Las relaciones personales son amistosas y seguirán siéndolo”, dijo Macron en una conferencia de prensa, refiriéndose al rey de Marruecos, Mohammed VI. La respuesta marroquí fue inmediata. En declaraciones al semanario África jovenUna fuente oficial marroquí lo negó: “Las relaciones no son ni amistosas ni buenas, lo mismo entre ambos Gobiernos y entre el Palacio Real y el Elíseo”.
Marruecos domina el arte de castigar a quienes, en su opinión, van en contra de sus intereses. Por eso, cuando hace una semana rechazó la ayuda francesa tras el terremoto del 8 de septiembre, y aunque decenas de países que ofrecieron asistencia tampoco obtuvieron permiso para entregarla, la explicación resultó obvia para muchos comentaristas. Se trataba de un castigo a la antigua potencia colonial por los delitos de los que el país norteafricano se considera víctima en los últimos años. Era una manera de decirle a Francia: “No te necesitamos”. O: “Ya no eres un socio preferente”.
El historiador y especialista en el Magreb Pierre Vermeeren señala: “No sé si era el objetivo de los marroquíes, pero el resultado es que los franceses han tomado conciencia de la lucha que ya existía entre Marruecos y Francia, y que no querían ver o se mantenía un poco en secreto. Y eso…