China, que durante años ha repetido el mantra de “no interferir en los asuntos internos de otros países ni imponer su voluntad”, ha comenzado a asumir un papel más activo como actor global. El éxito de la mediación para lograr el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudí e Irán la semana pasada refleja un reajuste de la política exterior del gigante asiático en un momento en el que la desconfianza hacia Washington ha llegado a límites insospechados y en el que Occidente ha aumentado el escrutinio sobre el papel de Pekín en la guerra en Ucrania.
Tras demostrar que China tiene voz suficiente para sentarse en la silla de moderador de una tregua internacional, la Unión Europea y Estados Unidos quisieran que su consolidación como “potencia responsable” pase por el abandono de su calculada equidistancia del conflicto. Pero este es un giro que parece poco realista por ahora. “China está interesada en aprovechar el impulso, luego de su exitosa mediación entre Arabia Saudita e Irán, y mejorar aún más su imagen y reputación como una gran potencia responsable”, dice John Calabrese, director del proyecto Medio Oriente-Asia en el Medio Oriente de EE. UU. Centro de Investigaciones de Oriente. Instituto. “Un fructífero esfuerzo diplomático [en el conflicto ucranio] Sería de gran ayuda para reparar el…